Después de un año de reforma laboral y cinco desde que empezó esta crisis
estamos a las puertas de los 6 millones de parados, la precariedad laboral y
social ha aumentado a gran velocidad y las cifras de personas que emigran por la
patética situación económica no dejan de crecer.
Así tenemos que la situación económica se agrava cada vez más y podemos
afirmar que ni han existido los brotes verdes, ni nada pareciendo, ni se los
espera; es más, incluso los poderes políticos y económicos hablan de que
continuará la destrucción de empleo, esto si en menor medida que en años
anteriores, pues faltaría más que con estas cifras de paro estratosféricas
todavía hubieran más despidos que en años anteriores. Aunque aquí todo es
posible puesto que este pasado año 2012 el paro aumentó en 850.000 personas
según los datos de la encuesta de población activa, uno de los peores datos
desde el comienzo de la crisis. Pero por si no hubiera bastante con la pérdida
del empleo y verse en la incertidumbre de un futuro precario no muy lejano
tenemos que los poderes políticos instauran nuevas normativas restrictivas en
cuanto a la percepción de prestaciones, subsidios o ayudas diversas. En este
sentido y para poner tan sólo un ejemplo comentar el último decreto-ley que
dificulta el acceso a subsidios para los mayores de 55 años.
Además de esta continúa destrucción de empleo con consecuencias brutales para
la vida de las personas , véase el drama de los desahucios entre otros,
tenemos que se está imponiendo un nuevo modelo de relaciones laborales a base de
generalizar el miedo a la pérdida del trabajo. En este sentido se está
aprovechando el contexto económico actual para implantar este nuevo modelo
regido por una cada vez más instaurada y generalizada precariedad. Está claro
que lo que se busca es competir con el resto del mundo devaluando las
condiciones laborales internas, es decir, tener mano de obra todavía más barata,
que esté a la completa disposición de la empresa y a la cual se pueda despedir
sin trabas ni indemnizaciones. Así, este cambio de modelo comportará la
proliferación de lo que en el mundo anglosajón denominan woorking por
(trabajadores pobres), personas que se encuentran bajo el umbral de la pobreza a
pesar de tener un trabajo asalariado y que tienen que aceptar condiciones de
semi-esclavitud como consecuencia de las necesidades básicas que tienen que
cubrir. Un claro ejemplo de la precarización generalizada son las últimas
medidas sobre el empleo juvenil las cuales incentivan contrataciones precarias
de jóvenes hasta los 30 años donde las empresas pueden ir sustituyendo a sus
trabajadores por estos jóvenes con salarios más bajos, menos protección social y
en definitiva con menos derechos laborales, y además estos trabajos están
subvencionados lo que supone menos ingresos a la seguridad social.
Con este panorama la pobreza y las desigualdades no paran de crecer y, por lo
tanto, mucha gente opta por emigrar en busca de un futuro mejor. Así se produce
un exilio económico de centenares de miles de personas, muchas de ellas muy bien
preparadas ya sea académica, profesionalmente o ambas juntas. Pero este futuro
trabajo digno en el extranjero no es tan fácil de encontrar o muchas veces no
existe puesto que el modelo de precariedad o paro está muy extendido y, menos
algunos afortunados, el resto tiene que conformarse muchas veces en ser mano de
obra barata fuera de su país.
Así pues, dentro de esta dicotomía entre paro o precariedad lo que se está
generalizando es el modelo de que la aceptación de cualquier empleo, en
cualquier condición y en cualquier lugar, es mejor que el no tener empleo. Pues
no, no podemos resignarnos y aceptar esta situación sino que tenemos que luchar
por una vida digna. Pero para eso hay que cambiar la correlación de fuerzas
respecto a los poderosos y, por lo tanto, no nos queda otra que movilizarnos de
forma sostenida y continuada en el tiempo lo más contundente posible; a la vez
que también hay que organizarse política, social y sindicalmente para articular
un bloque alternativo antiausteridad que pueda ser mayoritario y así revertir
primero los recortes sociales y laborales para después acumular las fuerzas y la
legitimidad suficientes para transformar la sociedad.